Me encanta el humor de Italo Calvino. Para qué negarlo, me encanta esa sensación de fantasía que siempre adorna sus novelas, sus relatos, y que consigue arrancarme una sonrisa en cualquier situación.
La narración es perfecta, la prosa brillante y afilada, no le sobra ni una coma. Lo confieso, me he hecho fan de Calvino en unas pocas novelas.
En este caso me quedo con una frase que se me vino a la cabeza, justo cuando la novela terminaba. Y es que, sin pizca de intención de catequizar, Calvino nos habla en esta novela de un hombre especial que vivió sobre los demás y terminó subiendo al cielo.
Como casi siempre que termino una obra, tras un breve periodo de reflexión me he puesto a leer algunos comentarios sobre la novela, tanto aquí en Goodreads como en algunos otros sitios de internet. Hay muchas ideas interesantes y muy bien desarrolladas en torno a esta historia.
Particularmente, me quedo con una, la del rebelde activo. Calvino ha usado la rebeldía de Cósimo, el protagonista, y de su hermano conformista (que es quien nos cuenta la historia y ejerce de perfecto contrapunto) para denunciar lo absurdo de nuestra sociedad clasista y continuamente enfrentada, y todos sus convencionalismos. Pero no se queda en simple denuncia, sino que Cósimo, sin bajar al suelo, sigue formando parte activa de la sociedad, en ocasiones más que otros que no despegan sus pies de la tierra. Desde ese supuesto aislamiento, el barón lucha por la mejora de sus semejantes, en vez de convertirse en alguien ajeno a la sociedad y desclasado.
Y todo ello sin dejar de lado la belleza de la narración, sin dejar de ser una novela de aventuras, aunque no sólo sea una novela de aventuras.